martes, 20 de septiembre de 2011

La crónica del lunes


La noche del domingo fue fría, y los salmantinos que aprovecharon el último día de casetas de las fiestas locales animaron la velada a los durmientes con sus gritos, cánticos y bailes varios, mientras la policía patrullaba describiendo círculos alrededor de nuestra instalación, sin mayores injerencias. A primera hora de la mañana se comenzó la actividad, que hoy se focalizaba principalmente en poner a funcionar un punto bien surtido de información, y decorar de las carpas, tiendas y el perímetro con cartelería y murales que dejaran claras las reivindicaciones que nos han llevado a volver a tomar la plaza cinco meses después del 15 de mayo.

Para cualquier salmantino, la Plaza Mayor resulta un lugar lleno de sentido, y una acampada de estas características es un acontecimiento difícil de soslayar para los vecinos que se pasan por sus inmediaciones. Tanto por los pocos que nos han increpado -acusándonos de vagos, esbirros al servicio de Rubalcaba y vividores a la caza del subsidio- como por el goteo incesante de gente que nos ha mostrado su apoyo y se ha interesado en informarse, ha quedado clara la trascendencia de la Plaza Mayor a la hora de devolver la política a las calles de Salamanca. Desde el mediodía se formó frente a la mesa de información un debate espontáneo de ciudadanos que discutían y compartían sus puntos de vista sobre los problemas más candentes de nuestro país, y se iba reciclando con ese ritmo de circularidad propio de la Plaza Mayor. Se mostraron especialmente interesados numerosos extranjeros, que querían conocer personalmente las protestas ciudadanas españolas, de las que se habían informado a través de los medios de comunicación de sus respectivos países. En el diálogo con japoneses, norteamericanos, mexicanos, galeses, holandeses, griegos, etc, etc, quedó patente que fuera de nuestro país, el tratamiento informativo de los últimos movimientos sociales de España ha sido mucho más positivo que en la propia España, y que nuestras preocupaciones son compartidas a nivel internacional, y ya existe una corriente de identificación y solidaridad mundial que ayer se hizo sentir. La experiencia con nuestros visitantes está contradiciendo esas pedestres teorías sobre la mala imagen que, según un sector de la opinón local, Acampada Salamanca está ofreciendo de nuestra ciudad. Muchos deberían reflexionar sobre si no es su cerrazón, y su aversión a las conductas legítimas en una democracia, lo que realmente arroja una imagen indeseable. Si algo está quedando patente en el contacto con nuestros visitantes, es que no comparten esas fobias decimonónicas hacia la diversidad política, ni se muestran agredidos por un ejercicio de libertad de expresión, sino antes al contrario. “En Grecia, en la Plaza Constitución, hay una bandera de España con los mismos lemas que tenéis aquí”, nos contaba una Atenea Dimopoulou, una mujer griega que se encontraba en Salamanca aprendiendo español, “aún así, esto [la acampada] me parece muy pequeño, la gente debería protestar más, no estar viendo la tele en casa todo el día. En Grecia está peor, pero pronto estará peor aquí también”.


La calle es parte de la esencia de nuestras protestas, y una vez más, está quedando en evidencia que la calle es la mejor oficina que cualquier agrupación política podría tener. El objetivo de esta nueva acampada siempre fue el de informar y avivar el debate político entre la población salmantina, y lo que nos hemos encontrado es que la población salmantina está más viva y avivada que nunca. Se puede decir que en torno a las mesas, la información iba en las dos direcciones, que en muchos momentos no eran los integrantes de Acampada Salamanca, sino los ciudadanos que se pasaban por allí, los que llevaban la iniciativa. Muchos nos apoyaban, otros se lamentaban de lo que no puede lograr el 15M,  porque se hallan igual de indignados con los partidos mayoritarios y poderes en la sombra ante la gravísima situación que atravesamos. Hablamos con bastantes personas que no comulgaban con nuestro movimiento y nos repetían que así no vamos a ningún lado, que tenemos que organizaros, formar un partido político y presentarnos a las elecciones, pero que a la vez compartían nuestras preocupaciones, y así nos lo hacían saber. Gente concienciada de los mismos problemas que afectan a la política de nuestro país, y receptivas a nuestras demandas, lo que evidencia que, al margen de movimientos más o menos visibles, una cantidad importante de la población comparte un sentir general. Nos alegra comprobar que las personas de Salamanca están igualmente preocupadas por los problemas que nos importan, que no somos cuatro gatos gritando en las plazas, tal como venden los medios, sino muchos, muchos más, de todas las condiciones e ideologías. 

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