La noche del
domingo fue fría, y los salmantinos que aprovecharon el último día de casetas
de las fiestas locales animaron la velada a los durmientes con sus gritos,
cánticos y bailes varios, mientras la policía patrullaba describiendo círculos
alrededor de nuestra instalación, sin mayores injerencias. A primera hora de la
mañana se comenzó la actividad, que hoy se focalizaba principalmente en poner a
funcionar un punto bien surtido de información, y decorar de las carpas, tiendas
y el perímetro con cartelería y murales que dejaran claras las reivindicaciones
que nos han llevado a volver a tomar la plaza cinco meses después del 15 de
mayo.
Para cualquier
salmantino, la Plaza Mayor resulta un lugar lleno de sentido, y una acampada de
estas características es un acontecimiento difícil de soslayar para los vecinos
que se pasan por sus inmediaciones. Tanto por los pocos que nos han increpado -acusándonos
de vagos, esbirros al servicio de Rubalcaba y vividores a la caza del subsidio-
como por el goteo incesante de gente que nos ha mostrado su apoyo y se ha interesado
en informarse, ha quedado clara la trascendencia de la Plaza Mayor a la hora de
devolver la política a las calles de Salamanca. Desde el mediodía se formó
frente a la mesa de información un debate espontáneo de ciudadanos que
discutían y compartían sus puntos de vista sobre los problemas más candentes de
nuestro país, y se iba reciclando con ese ritmo de circularidad propio de la
Plaza Mayor. Se mostraron especialmente interesados numerosos extranjeros, que
querían conocer personalmente las protestas ciudadanas españolas, de las que se
habían informado a través de los medios de comunicación de sus respectivos
países. En el diálogo con japoneses, norteamericanos, mexicanos, galeses, holandeses,
griegos, etc, etc, quedó patente que fuera de nuestro país, el tratamiento
informativo de los últimos movimientos sociales de España ha sido mucho más
positivo que en la propia España, y que nuestras preocupaciones son compartidas
a nivel internacional, y ya existe una corriente de identificación y solidaridad
mundial que ayer se hizo sentir. La experiencia con nuestros visitantes está
contradiciendo esas pedestres teorías sobre la mala imagen que, según un sector
de la opinón local, Acampada Salamanca está ofreciendo de nuestra ciudad.
Muchos deberían reflexionar sobre si no es su cerrazón, y su aversión a las
conductas legítimas en una democracia, lo que realmente arroja una imagen
indeseable. Si algo está quedando patente en el contacto con nuestros
visitantes, es que no comparten esas fobias decimonónicas hacia la diversidad
política, ni se muestran agredidos por un ejercicio de libertad de expresión,
sino antes al contrario. “En Grecia, en la Plaza Constitución, hay una bandera
de España con los mismos lemas que tenéis aquí”, nos contaba una Atenea
Dimopoulou, una mujer griega que se encontraba en Salamanca aprendiendo
español, “aún así, esto [la acampada] me parece muy pequeño, la gente debería
protestar más, no estar viendo la tele en casa todo el día. En Grecia está
peor, pero pronto estará peor aquí también”.
La calle es
parte de la esencia de nuestras protestas, y una vez más, está quedando en
evidencia que la calle es la mejor oficina que cualquier agrupación política
podría tener. El objetivo de esta nueva acampada siempre fue el de informar y
avivar el debate político entre la población salmantina, y lo que nos hemos
encontrado es que la población salmantina está más viva y avivada que nunca. Se
puede decir que en torno a las mesas, la información iba en las dos
direcciones, que en muchos momentos no eran los integrantes de Acampada
Salamanca, sino los ciudadanos que se pasaban por allí, los que llevaban la
iniciativa. Muchos nos apoyaban, otros se lamentaban de lo que no puede lograr
el 15M, porque se hallan igual de
indignados con los partidos mayoritarios y poderes en la sombra ante la
gravísima situación que atravesamos. Hablamos con bastantes personas que no
comulgaban con nuestro movimiento y nos repetían que así no vamos a ningún lado,
que tenemos que organizaros, formar un partido político y presentarnos a las
elecciones, pero que a la vez compartían nuestras preocupaciones, y así nos lo
hacían saber. Gente concienciada de los mismos problemas que afectan a la
política de nuestro país, y receptivas a nuestras demandas, lo que evidencia que, al margen de
movimientos más o menos visibles, una cantidad importante de la población
comparte un sentir general. Nos alegra comprobar que las personas de Salamanca están igualmente preocupadas por los problemas que nos importan, que no somos cuatro gatos
gritando en las plazas, tal como venden los medios, sino muchos, muchos más,
de todas las condiciones e ideologías.