PROTOCOLO DE
ACCIÓN DIRECTA
INTRODUCCIÓN
Siquiera desde postulados genéricos de activismo
social, la acción directa consiste en la resolución de sus problemas por los
propios afectados, sin mediaciones o delegaciones en otros. Es acción, no es
sólo teoría o pensamiento, por más que sea acción pensada, planificada y
auto-organizada, y es directa porque rechaza la intervención de mediadores,
gestores o representantes, rechazando la implantación de jerarquías, de
instituciones de decisión o de simples dominadores, que es en lo que se
convierten aquellas casi siempre.
Así entendida, desde una perspectiva de transformación
social, la acción directa es una praxis poderosa que se vincula con la radical
libertad y responsabilidad del ser humano frente a sí mismo y a los demás. La
libertad aquí no es una opción, no podemos dejar de ser libres, estamos solos
frente a nuestro destino, pero no con la angustiosa soledad de nuestros abuelos
existencialistas, sino con la siempre renovada vitalidad de una libertad compartida
con nuestros semejantes, pues solo el ser humano teórico o pensado es
individual, en la práctica, en la vida real las personas somos fundamentalmente
sociales y apelamos a la satisfacción de nuestras necesidades desde lo
colectivo, a través o con la intervención de otras personas.
El movimiento 15-M nos ha mostrado varios ejemplos de
acciones directas, sin ir más lejos las mismas acampadas, consistentes en la
toma pacífica de la calle para convertirla en un foro de participación
política, donde el debate horizontal, el respeto al pluralismo o simplemente la
más genérica esperanza en un mundo mejor, han vinculado a los ciudadanos con el
intento de resolución de sus problemas más inmediatos, paro, precariedad, falta
de democracia, etc.
Pero también son acciones directas, si bien de
carácter simbólico, muchas de las organizadas en nuestra pequeña ciudad,
manifestaciones, performances o puestas en escena, donde un grupo de compañeros
realizan una acción para expresar, comunicar, evidenciar, manifestar, mostrar o
escenificar al resto de ciudadanos alguna de nuestras reivindicaciones o
propuestas.
No debemos infravalorar este tipo de acciones, donde
las dotes de comunicación, las habilidades artísticas, o simplemente la empatía
emocional, son cauce de expresión de nuestras propuestas, para los demás, pero
también para nosotros, pues las palabras, los debates o los razonamientos que
construimos juntos pueden reforzarse, incluso vivirse mediante este tipo de
acciones simbólicas, y es que muchas veces el corazón tiene razones que la
razón no entiende (Pascal).
Se trata por tanto de elaborar un protocolo que nos
refuerce como movimiento ciudadano, no se trata de limitar o prohibir, sino de
reconocernos en las acciones de un movimiento plural donde cabemos todos, o al
menos cabemos muchos que hemos reconocido que las etiquetas ideológicas o las
diferencias entre nosotros son menos importantes que nuestra necesidad de
actuar juntos.