viernes, 8 de marzo de 2013

Silenciadas en la escuela, recordadas en la calle


Durante todos estos siglos, las mujeres han servido de espejos dotados del mágico y delicioso poder de reflejar la figura del hombre al doble de su tamaño natural.
(Un cuarto propio, Virginia Woolf)

Ya ni siquiera nos sorprende que las mujeres seamos tan solo una parte, minúscula, de nuestra historia. De nuestra historia o, mejor dicho, de la historia que estudiamos en colegios, institutos y universidades; de la que forma parte de currículos académicos, libros de textos, temarios y asignaturas. Esa misma historia que erigió monumentos a hombres excelsos y virtuosos, pero a pocas mujeres. La que nos recuerda una y otra vez a quién nos debemos parecer, a quién les debemos lo que somos. La historia que nos cuentan y que se empeña en relegar a la mujer a un plano secundario, mera observadora, pasiva, acompañante del varón.

Y qué normal nos parece ya todo esto.



La invisibilización es un método infalible de silenciar a algo o a alguien, de borrar del mapa a una civilización, una cultura, a un colectivo. Marca la superioridad de un grupo sobre otro. Son procesos de invisibilización el racismo, la homofobia, el eurocentrismo,… y el machismo. La invisibilización es otra de las armas del patriarcado: si no existes, no eres nada.

Una se empeña en rebuscar mujeres en libros de textos, desde la escuela hasta la universidad: y nada. Ni una sola, a penas menciones a alguna reina, casi excepcional; alguna escritora sin más. Poetisas, filósofas, artistas, científicas… anecdóticas, como por compromiso.

Silencio.

Como si ellas nunca hubieran estado, como si nada hubieran hecho. Como si su labor, al final, hubiera sido la del hombre que las acompañaba (si es que hubo tal). Hombres mediocres prevalecen sobre mujeres brillantes. Maridos que firman las obras de sus esposas. Varones que juzgaron que si algo venía de una mujer, no era lo suficientemente bueno. Y ni siquiera merecía la pena tenerlas en cuenta. Y aún hoy ni siquiera merece la pena considerarlas.

Esta campaña es un grito. Un grito desgarrador. Un homenaje a todas esas mujeres que han sido silenciadas en la escuela pero a las que queremos recordar en la calle.

Mujeres que existieron, lucharon, pintaron, escribieron, pensaron. Mujeres que protagonizaron la  historia, aunque no se nos quiera contar así.


Tan solo 10 ejemplos nos han servido para ilustrar y evidenciar el silencio al que son sometidas las mujeres. Somos conscientes de que no representan una mínima parte de todas las que merecen un espacio en los libros y en la memoria. Tampoco pretendemos que estas representen a todas, ni que se consideren las mejores o nuestras favoritas. Ni siquiera nos identificamos en todos los casos con su línea de pensamiento o con su obra. Sabemos que 10 no llegan a ilustrar todas las luchas, los frentes, las investigaciones, el dolor que pudieron sufrir; todos los continentes, todos los siglos, todas las razas.

Simplemente son 10 mujeres que merecen estar a la vista  de quien camina por la calle, que merecen estar en las aulas, en las universidades. Tenemos derecho a conocerlas, a aprenderlas.

Derecho a romper el silencio que se les ha impuesto.

Queremos que este 8 de marzo se vean sus caras en las calles, en las facultades. Que su historia irrumpa en los paseos de la gente que camina; en el vagar de los estudiantes; en las miradas de quien se acerca a ver las caras que observan desde su inmóvil posición, en tan solo una hoja de papel. 

Las sacamos a la calle con nosotras porque mujer bonita es la que sale a luchar. Y a ellas las necesitamos a nuestro lado.